sábado, 9 de agosto de 2008
El árbol al qué le negamos la vida.-
Los árboles han sido siempre para mí los predicadores más eficaces. Los respecto cuando viven entre pueblos y familias, en bosques y florestas. Y todavía los respecto más cuando están aislados.
En sus copas susurran el mundo, sus raíces descansan en lo infinito, pero no se pierden en él, sino que persiguen con toda la fuerza de su existencia una sola cosa: cumplir su propia ley, que reside en ellos, desarrollar su propia forma, representarse a sí mismos. Nada hay más ejemplar y más santo qué un árbol hermoso y fuerte.Cuando se ha talado un árbol y éste muestra al mundo su herida mortal, en la clara circunferencia de su cepa y monumento puede leerse toda su historia: en los cercos y deformaciones están descritos con facilidad todo su sufrimiento, toda la lucha, todas las enfermedades, toda la dicha y prosperidad, los años frondosos, los ataques superados y las tormentas sobrevividas. Ycualquier campesino joven sabe que la madera más dura y noble tiene los cercos más estrechos, que en lo alto de las montañas y en peligro constante crecen los troncos más fuertes, ejemplares e indestructibles.
Los árboles son santuarios. Quien sabe hablar por ellos, quien sabe escucharles, aprende la verdad. No predican doctrinas y recetas; predican indiferentes al detalle, la ley primitiva de la vida.
Un árbol dice: en mi vida se oculta un núcleo, una chispa, un pensamiento, soy vida de la vida eterna. Es única la tentativa y la creación que ha osado en mí la Madre Tierra. Mi misión es dar forma y presentar lo eterno en mis marcas singulares.
Un árbol dice: mi fuerza es la confianza. No sé nada de mis padres, no sé nada de miles de retoños que todos los años provienen de mí. Vivo hasta el fin del secreto de mi semilla, no tengo otra preocupación. Los árboles tienen pensamientos dilatados, prolijos y serenos, así como una vida más larga que la nuestra. Son más sabios que nosotros, mientras no les escuchamos. Pero cuando aprendemos a escuchar a los árboles, la brevedad, rapidez y apresuramiento infantil de nuestros pensamientos adquieren una alegría sin precedentes. Quien ha aprendido a escuchar a los árboles, ya no desea ser un árbol. No desa ser más que lo que es.
Fuente: " El Caminante ", de Hermann Hesse.-
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7 comentarios:
Me duele ver cuando se podan árboles de manera clandestina y sin conciencia, en mi terreno espacio vacío es árbol a plantar, ni te cuento la variedad que tengo,puedes llevarte las fotos que quieras y cuando quieras, saludos.
Gracias por las palabras que me has dejado, para mí es un verdadero halago, ya que la naturaleza te inspira voy a dedicarte un post sobre la hermosa naturaleza, saludos de corazón.
Comprendo Hugo, si vieras mi jardín...todos los arboles allí plantados,en su momento fueron arbolitos de Navidad...terminadas las fiestas fueron a ocupar su lugar, para quedar al final un parque,con variedad de pinos...
Duelen que los corten y los arranque,sin ni siquiera pensar en todo el beneficio, que ellos nos dan..sin pedir nada a cambio.
Gracias a tí,por la gentileza de publicar algo tan bonito.
Saludos.
los arboles dicen muchas cosas...
Hola Bichi! un gusto encontrarte por acá.
Claro qué sí, dicen mucho,sólo hay qué prestrles atención...
Un beso grandote y cariños.
hay mucha calma en tus post.
da gusto sentarse a leerte.
Manolito,Bienvenido!!!Qué alegría el reencuentro!!!
Gracias,Manu.Nos estamos viendo...cómo se dice por éstos lares.
Fuerte abrazo,amigo.
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