domingo, 30 de noviembre de 2008
Holli- Acebo
En los países alpinos se lo denomina árbol de los sátiros, ya que aleja a los demonios de la noche, a los sátiros y a otros espíritus o duendes maliciosos. Por este motivo también se suele plantar en los cementerios. En la región de Aquisgrán se llamaba a esta planta hurgón, ya que sus ramas se empleaban para limpiar las chimeneas y hogares. La costumbre no se originó únicamente por consideraciones prácticas. Antiguamente el hogar era considerado el corazón de la casa, el centro alrededor del cual se movía la comunidad integrante del hogar. La chimenea era considerada la puerta de entrada o salida para los espíritus y antepasados. Al fin de mantener limpia esta puerta, y alejar los malos espíritus que se pegaban al hollín, era necesario disponer de una escoba con poderes mágicos. Aún hoy en día en los países anglosajones las decorativas ramas de acebo siguen adornando los hogares para que Santa Claus pueda entrar a medianoche y transmitir su bendición a la familia.
Allí donde crece silvestre esta vital planta perenne, constituye un requisito indispensable para la celebración del solsticio de invierno. Durante las alegres saturnalias, cuando los señores servían a sus esclavos y cada casa elegía a un rey del carnaval, los romanos se regalaban entre sí cirios y ramas de acebo. Los antepasados celtas, también adornaban sus casa con hiedra, muérdago y acebo durante el solsticio invernal. El borracho rey del invierno, el " hombre verde" compañero de la gran diosa, que salvó el verde vital del crudo invierno, llevaba una corona de hojas de acebo. En el círculo anual estaba frente al rey de los robles, que es el señor del verano. Este rey del verano era sacrificado ritualmente en los juegos sacrales con una lanza fabricada con madera de acebo. A continuación su rival tomaba posesión de su cargo y de su divina amada adornada con hojas de hiedra.
En el calendario pagano de los celtas, el rey del acebo rige la mitad descendente del año y el rey de los robles la mitad ascendente, produciéndose el sacrificio del rey al final de cada de cada periodo de regencia.
En el alfabeto celta de los árboles, el acebo representa la letra " T " (Tinne), que originalmente significaba " árbol sagrado ".
domingo, 23 de noviembre de 2008
La palma de moriche.
Los warao lo consideran el árbol de la vida ya qué proporciona alimento y materiales para muchas de sus actividades.
Del moriche se obtiene la fibra para la elaboración del chinchorro, así cómo cestas y bandejas decorativas.
Del tronco se extrae la yununa, que es una harina que constituye el alimento tradicional de los warao, junto al gusano de moriche.
El vástago de la hoja sirve para la elaborción de arpones para la pesca.
Las hojas son utilizadas en la construcción de las casas.
Fuente: Yaraba. El árbol de la vida de los warao.
sábado, 8 de noviembre de 2008
La ceiba. El árbol sagrado de los Mayas.
Símbolo de vida, grandeza, bondad, belleza y unión, la ceiba un árbol gigante, entró al " mundo divino " desde tiempos precolombinos, cuando tenía especial importancia, pues sus nativos acostunbravan celebrar sus ritos bajo su follaje, considerándolo Sagrado.
Para los antiguos Mayas, la ceiba representaba la comunicación entre el cielo y el inframundo, en tanto en la actualidad, sus descendientes la respectan cómo sinónimo de sabiduría y resistencia.
Abre sus ramas mayores hacia los cuatros puntos cardinales y de esta manera se une a la cuádruple deidad que rige los vientos y las lluvias.
Para lo Mayas eran árboles que no podían ser destruídos, supremos y que aparecen incluso representados en el arte junto a sus dioses o deidades, cómo un simbolismo de su propia existencia.
sábado, 1 de noviembre de 2008
El cedro.
El Padre Primero hizo nacer a la tierra de la punta de su vara y la cubrió de pelusa.
En la peluza se alzó el cedro, el árbol sagrado del que fluye la palabra. Entonces el Padre Primero dijo a los mby'a-guarníes que excavaran el tronco de ese árbol para escuchar lo que contiene.
Dijo que quienes supieran escuchar al cedro, cofre de las palabras, conocerían el futuro asiento de sus fogones.
Quienes no supieran escucharlo, volverían a ser no más que tierra desperdigada.
Fuente: Las culturas condenadas.
Augusto Roa Bastos.-
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