sábado, 23 de mayo de 2009

La aruera ( Lithraea brasiliensis )


Cuenta la leyenda que Aruera era una hermosa indígena cuyo corazón fue roto una y otra vez, muriendo luego llena de amargura.
Cada vez que Aruera se enamoraba, creía ciegamente en las dulces palabras que el enamorado de turno le murmuraba al oído. Pero los que la enamoraban la traicionaban una y otra vez. Pero aún así, ella creyó en el amor infinitas veces, hasta que un día se hartó.
Juró que ya no creería más en las palabras de nadie. Así su sentimiento se convirtío en amargura y luego en veneno, lo cual la condujo a la muerte.
Según la leyenda Aruera habría regresado reencarnada en un árbol, acompañada por el veneno que inundaba su corazón y con la desconfianza de tanta mentira.
Por tal motivo, quién se acuesta a su sombra sufre las concecuencias de su veneno. Conociendo la historia, es que la gente le saluda al revés, engañandola una y otra vez.

sábado, 16 de mayo de 2009

El algarrobo


Hace mucho tiempo había un pueblo aborigen que vivia muy feliz, comían de los frutos de la tierra y estaban sanos porque usaban las plantas como medicinas.

Pero la gran riqueza les hizo olvidar sus deberes cotidianos, dejaron de levantar los altares a sus dioses, permitieron que las herramientas de trabajo se enmohecieran y se olvidaron de sus campos. Se dedicaron solamente a las fiestas y las diversiones.

Tuca, la hija del gran cacique, rezaba para que la desgracia no cayera sobre ellos, pero el dios sol, enojado por la pereza del pueblo, arrojó sobre ellos sus poderosos rayos y quemó la tierra, convirtió sus reservas en granos de polvo y escaseó el agua.

Tuca corrió hasta un altar y dejó alimentos, encendió un fuego para quemar hierbas olorosas y rezó a la Pachamama.

Vencida por el llanto se quedó dormida, tuvo un sueño en el cual la diosa Pachamama se le aparecía y le decía: “levántate Tuca, y junta los frutos del árbol que te cobija, y así tu pueblo se salvará y lo llamará con tu nombre.

Tuca se despertó y miró hacia arriba, un árbol gigantesco le había prestado su sombra y de sus ramas colgaban vainas marrones cuya forma nunca haría pensar que servían de alimento. Tuca juntó las vainas y corrió a llevárselas a su gente.

Así conocieron al algarrobo que los salvó del hambre y la perdición.

Fuente: Web de la municipalidad de Mina Clavero

sábado, 9 de mayo de 2009

Pino cordillerano


LEYENDA DEL PEHUEN ERRANTE

Esta leyenda araucana se refiere al pehuén o pino cordillerano cuyo nombre científico es araucaria imbricata, que forma densos bosques en los Andes patagónicos y tiene una semilla grande o piñón, que se recoge en marzo (piñoneada) y que constituye desde tiempos inmemoriales parte importante de la alimentación de los indígenas que habitan esa zona, los mapuches: cuyo nombre significa mapu: Tierra, patria y che: Gente, lo que se traduce como gente de la tierra, autóctona.

Cuenta la leyenda que cierta vez una ñiuke (madre india) viendo que el invierno llegaba y su esposo Kalfü-Kir cuya traducción es lagarto azul, no retornaba al calor de su hogar o ruca (choza araucana), rogó a su hijo le buscara en todo el valle y más allá de las montañas. El koná o joven provisto por su madre de alimentos y abrigos inició la marcha en ese frío ambiente. Un día por fin vio un pehuén , y como no podía seguir de largo sin hacerle una ofrenda colgó de unas de sus ramas los zapatos. Prosiguió su marcha y se encontró con una tribu desconocida que, después de recibirle cordialmente, le robaron y lo ataron de pies y manos para que no pudiese moverse, y quedar expuesto a la furia de nahuel (el tigre): Su madre que presentía la desgracia, salió a buscarlo, y en el camino encontró los restos de su esposo Kalfü-Kir, por cuya razón se cortó los cabellos que cubrían su frente. Luego prosiguió la búsqueda del muchacho. Mientras tanto éste estando a punto de expirar, vio en la lejanía un pehuén y exclamó dolorosamente ¨! Oh, si tú fueras mi madre!, tú bueno y verde árbol de dilatado ramaje! Ñiuke, Ñiuke, ven , ven!... Fue entonces que el pehuén desgarró sus raíces de la tierra y se acercó al indio. Le cubrió con sus ramas, le defendió de las fieras con sus espinas y alejó la nieve que caía sobre su cuerpo. Mientras, llegó la abnegada mujer y le desató las ligaduras haciéndolo revivir con sus caricias maternales. Agradeció ella al árbol su bondad y no sólo le dejó los zapatos que ya le había ofrendado su hijo, sino que le puso los suyos.Entonces emprendieron el viaje de regreso, acompañados por el pino sagrado hasta dónde fue necesaria su protección. Cuando se detuvo, dieron al lugar el nombre de ñiuke, porque el hijo así había llamado al árbol en su agonía, y según se cuenta hombres que no conocieron esto cambiaron el nombre y llamaron al lugar Neuquén, algunos nativos le llamaron Ñudque, pero siempre significa madre. De las semillas desprendidas, los sabrosos piñones, crecieron árboles que como eran descendientes del árbol sagrado, se multiplicaron tan rápidamente que originaron densos bosques, todos nacidos del árbol madre, que recorrió todo el mundo o Mapu para buscar el otro árbol el pehuén macho con el que se sentía emparentado.-

Fuente : www. oni. escuelas. edu. ar

domingo, 3 de mayo de 2009

El cedrón


Hubo una época en el mundo, en que los seres humanos vivían en paz y armonía.
Los conflictos se solucionaban pacíficamente, se disfrutaba del invierno así como del verano. El otoño era una época de recambio y la primavera, de renacer.

Se olía el aire puro, los arroyos y los ríos eran transparentes, estaban llenos de peces que alimentaban a los indígenas que vivían en sus márgenes. En los montes había árboles grandes y hermosos, los pájaros cantaban los designios divinos. Los duendes y los seres elementales hablaban, jugaban, sonreían y compartían sus enseñanzas con los seres humanos.

Los habitantes de estas tierras cosechaban los frutos de los árboles, cazaban para comer y usaban sus canoas para transitar los arroyos y grandes ríos como el Uruguay y el Paraná. Se curaba con las hierbas y con las flores. Disfrutaban al ver las estrellas y reverenciaban a la luna, con ofrendas y ceremonias sagradas.

Este relato sucede en esa época de la humanidad.

Iba terminando el otoño, venía el invierno con sus lluvias y crecientes. Un día, dos niños Caboá y Tupí, fueron río arriba buscando frutos de los árboles. Hacía calor y se avecinaba una tormenta. Ésta los sorprendío y los niños se refugiaron debajo de unos árboles para esperar que pasara. Las aguas del río pasaron de un caudal tranquilo a una corriente que arrollaba todo a su paso. El río se desbordó en plena noche.

Caboá y Tupí se subieron a un Timbó para protegerse. Lloraban angustiados por la situación, veían cómo el agua arrastraba árboles y animales. Todo se transformaba en un inmenso mar. El árbol en el cual se cobijaban cedío a la correntada. Sus ramas sobresalían del agua varios metros y su tronco inmenso servía para que los niños permanecieran sentados. Sobre esa improvisada nave los dos niños emprendieron un largo viaje durante el cual la naturaleza los sometería a duras pruebas.

Entre las hojas del inmenso árbol vieron nidos de pájaros y escondido, mirando fijamente, un yaguareté. La angustia de los niños se acercaba al límite.

El duende del Cedrón llamado Oloxali también viajaba en ese árbol. Era una experinencia que los niños debían pasar para aprender y crecer.

Le dijo Oloxali al yaguareté:
-Has de ayudar a estos niños para que aprendan tu valor.
-Y tú, les darás de comer y les enseñarás a vivir esta experiencia con serenidad y tranquilidad- le contestó el yaguareté.

Luego se acercó a los niños que lo miraban asustados, se refregó sobre ellos suavemente para que se dieran cuenta que los iba a cuidar y ayudar. El duende del Cedrón los miraba desde una rama y le ordenaba al animal cómo socorrerlos. El animal lamía con ternura los pies a los niños. Al ver esto, se fueron tranquilizando. Poco a poco fueron entendiendo el lenguaje del animal, por lo que el miedo se les pasó y durmieron abrazados el resto dela noche.

Paró la lluvia y a la otra mañana, el enorme árbol de Timbó fue siguiendo el cauce del río. Al descender las aguas, Caboá, Tupí, el yaguareté y Oloxalí buscaron refugio. Se metieron dentro de una cueva. Juntaron alimentos durante el invierno. Las criaturas aprendieron muchas cosas del yaguareté y el duende del Cedrón: el valor, la astucia, la serenidad y la paz para enfrentar las situaciones de la vida. El animal les enseñó a cazar y a procurarse alimento, el duende les enseñó a comunicarse con las plantas y las flores para curar sus enfermedades.

Llegó el día en que terminó el invierno, el yaguareté debía seguir su camino solitario, Oloxalí les había enseñado el secreto de las plantas, por lo que ya estaban prontos para enfrentar la vida y sobrellevar las situaciones con valor y serenidad.

Era así como debían volver a sus tierras, con su gente. Habían hecho un pacto con el yaguareté y el duende para aplicar sus enseñanzas. El duende los abrazzó, el animal les lamió los pies, marchándose despacio entre los árboles del monte. Los niños se quedaron mirándolos, tristes y a la vez contentos.

Luego regresaron, pero ya no eran niños, habían crecido. Caminaron mucho hasta encontrar a los suyos, que los esperaban ansiosos. Habían vivido una experiencia que serviría de ejemplo a quienes los rodeaban.

Fuente: Flores para sanar.
Autor : Bernardo Ferrando.